El contraste se produce cuando en una composición los colores no tienen nada en común o no guardan ninguna similitud. Johannes Itten propone siete esquemas de contraste (( ITTEN, Johannes, The art of color; the subjetive experience and objetive rationale of color. Reinhold Pub. Corp., 1961, Nueva York – E.E.U.U.)) que, para una mejor comprensión, se ejemplifican a continuación, con obras de arte que representan claramente dichos esquemas:
Es el contraste de matiz o tinte. Se produce por la aproximación de cualquier color a su más elevado punto de saturación. Así pues el color tendrá un efecto energético y ruidoso, cuando nos acerquemos a los colores primarios, mientras que se irá atenuando cuando más nos alejemos de éstos.
Este contraste fue utilizado en el arte popular, en el expresionismo. Un ejemplo de este contraste, lo encontramos en The Night Cafe (1888) de Van Gogh.
Se obtiene mediante la gama de grises o utilizando el blanco y el negro. El punto extremo está representado por blanco y negro, observándose la proporción de cada uno. Un ejemplo de este contraste, lo encontramos en Narciso (1600) de Caravaggio.
Es el contraste de temperatura, producido al confrontar un colores cálidos con otros fríos. Se acentúa a su vez, por el contraste de claro-oscuro. Un ejemplo de este contraste, lo encontramos en Atardecer en Venecia (1908) de Claude Monet.
Es aquel producido por dos colores diametralmente opuestos sobre el círculo cromático; en cualquiera de los casos, su mezcla da como resultado el gris. Dos colores complementarios son los que ofrecen juntos mejores posibilidades de contraste, aunque resultan muy violentos visualmente combinar dos colores complementarios intensos.
Conviene que uno de ellos sea un color puro, y el otro esté modulado con blanco o con negro. El tono puro debe ocupar una superficie muy limitada, pues la extensión de un color en una composición debe ser inversamente proporcional a su saturación. Un ejemplo de este contraste es The Effect of Sunlight on the Banks of the Loing (sin fecha) de Francis Picabia.
Llamado también efecto de la imagen persistente, es el fenómeno según el cual nuestro ojo, para un color dado, exige simultáneamente el color complementario, y si no le es dado lo produce él mismo. Consecuencia inmediata del contraste de complementarios, se produce no “en presencia” sino “en ausencia” del complementario (cada color produce simultáneamente, la ilusión de su propio complementario con el fin de mantener el equilibrio).
Otra consecuencia del contraste simultáneo es que un color aparezca como más claro o más oscuro dependiendo del tono del color que lo rodea. Un ejemplo de este contraste, lo encontramos en La rendición de Breda (1635) de Velázquez, donde al acercarse lo suficiente a la obra, pueden comprobarse como los delicados matices de azul grisáceo del fondo son el resultado “óptico” de los tonos cálidos del primer plano.
Hace referencia al grado de pureza o de saturación de los colores (intensidad cromática). Los colores del prisma poseen el máximo de saturación y luminosidad. Se origina de la modulación de un tono puro, saturándolo con blanco, negro o gris. El contraste puede darse entre colores puros o bien por la confrontación de éstos con otros no puros. Los colores puros pierden saturación cuando se les añade negro, y varían su saturación mediante la adicción del blanco, modificando los atributos de calidez y frialdad. Un ejemplo de este contraste es la obra Foggy Bank Rocky Neck (1916) de John Sloan.
Mientras que el contraste de calidad afecta la saturación de los colores, el contraste de cantidad lo hace sobre las dimensiones del campo, sobre la cantidad. Es la contraposición de lo grande y lo pequeño, de tal manera que ningún color tenga preponderancia sobre otro. Este tipo de contraste puede alterar o exaltar todos los demás contrastes, para ello se modifican las proporciones de los colores para una mayor amplitud y profundidad. Un ejemplo de este contraste lo encontramos en Paisaje con la caída de Ícaro (1558) de Pieter Brueguel.